lunes, 30 de marzo de 2015

Choque Cultural


Antes que el viaje a Chile, hablábamos muchísimo sobre el choque cultural. Varios profesores, administrativos e estudiantes del semestre pasado trataban a prepararnos para casi una semana de soledad y tristeza sin explanación. Siempre nos decían que el choque cultural tiene tres épocas. Primero, la luna de miel, cuando Chile siente como una vacación temporal. Segunda, el choque cultural, cuando te sientes mal y te extrañas tu propio país. Finalmente, la época en que te adaptas a Chile y no quieres salir. Creo que esta teoría es una buena hipótesis pero, en realidad, el choque cultural es diferente para cada persona.
Para mí, es como una montaña rusa. Cada día tiene puntas altas y bajas y no hay un medio. No hay cosas “normales” porque, con el barrio de la lengua, es un desafío para ir al supermercado. Dicho esto, los desafíos no siempre son puntas bajas y el choque cultural no siempre es negativo. Por ejemplo, cuando entré el baño del mall, había once mujeres que estaban cepillando sus dientes. Esta fue una sorpresa pero una sorpresa graciosa y también muy práctica.
Un día, después de clase, una amiga italiana me dijo, “¡No quiero pasar tiempo con nadie pero me siento sola!” Entiendo este sentido perfectamente. Especialmente en el primer mes, la idea de empezando una conversación con alguien nueva era agotadora.  Ahora, sin embargo, yo entiendo que tengo la capacidad para remover el sentido de choque cultural. Aunque tal vez tiene mucha esfuerza, puedo tratar cosas nuevas y hablar con personas nuevas para parar los mal sentimientos.

Este lunes, decidió a probar una clase de baile al gimnasio. Creía que la clase era como zumba en Los Estados Unidos y no se necesitaba saber algo antes que la clase. Esta clase de baile fue un choque cultural. Toda la gente eran profesionales que han aprendido los bailes antes. En lugar de dejando, decidió a quedarme y tratar a bailar con todos. La clase fue dificilísimo y yo parecía una idiota pero me fui feliz porque aprendí algo y no renuncié. Creo que, si pueda aplicar este mentalidad a toda mi vida en Chile, nunca voy a sentir el choque cultural nada más.